El mundo de los toros es uno de los más supersticiosos. Hay matadores para los que determinados colores son nefastos y cualquier detalle, para cualquiera insignificante, se convierte en un mal presagio para los maestros matadores.
Las tragedias que se han producido en el mundo de los toros que acaban con la muerte del matador llegan a veces precedidas de una “señal” que generalmente suele poner los pelos de puntas al protagonista.
Son muchos los casos que se cuentan, pero tal vez uno de los más sonados sea el del Blanquet.
Blanquet era, sobre 1.920, un peón de la cuadrilla de toreros de José Gómez Ortega, “Joselito” que antes de que se fuera a producir una tragedia decía que olía a cera.
La tarde del 16 de mayo de 1920 no figuraba Joselito en la programación de Talavera de
Joselito, había roto su contrato para torear ese mismo día en Madrid, enojado por lo que consideraba un trato ingrato por parte de la afición madrileña, Fue incluido a última hora para el festejo talaverano, en un mano a mano con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías, en una corrida apadrinada por un amigo suyo, crítico taurino.
A partir de ese momento, el olor a cera se hizo presente en Blanquet, que intentó eliminarlo persignándose, sin embargo, el olor no se iba.
El quinto toro, de nombre Bailaor, de la ganadería de la señora viuda de Ortega, embistió a Joselito, causándole una cornada en el vientre que le produjo la muerte.
Un año justo después de morir Joselito, el toro “Pocapena” corneaba al torero valenciano Manier causándole la muerte.
A raíz de ese episodio en las cuadrillas se rumoreaba que si Blanquet olía a cera, la desgracia estaba asegurada.
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