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Tragados Por El Espacio

Sputnik

Los dramas del espacio son desconocidos por la mayoría de las personas, y la única razón del silencio que los rodea es, sin duda, la de ocultar las verdaderas causas de los incidentes sufridos por varias cápsulas espaciales y la de no desnaturalizar la tranquilizadora imagen que el público pueda tener de la vida en el espacio.

Son numerosos los mensajes captados por radioaficionados desde la Tierra provenientes del espacio, mensajes angustiosos en los que se percibía claramente el terror.


Según los especialistas, se trataba de experiencias destinadas, sobre todo, a sondear las reacciones de los cosmonautas ante las dificultades que podían surgir en cualquier momento, y aprovechar la ocasión para comprobar los aparatos espaciales.

Sin embargo, fueron numerosas las desapariciones de cosmonautas, tanto hombres como mujeres, después de la captación de dichos mensajes.

Las circunstancias en que desaparecieron aquellos hombres y mujeres demuestran que las tripulaciones dieron el “gran salto” a sabiendas que tenían muy pocas posibilidades de volver a la Tierra sanos y salvos, o bien que unos acontecimientos imprevistos los hicieron desaparecer.


Los hermanos Judica Cordiglia captaron de pronto, el 28 de noviembre de 1960, un mensaje procedente del cosmos. Era un mensaje de socorro lanzado, sin error posible por un soviético. Días más tardes las autoridades soviéticas anunciaron que el Spunitk VI se había desintegrado en el espacio.


Dos meses después, el 2 de febrero de 1961, los aparatos de Turín registraron el ruido de un corazón que latía y una respiración ahogada. El célebre cardiólogo Doglioti trazó un cardiograma con aquellos sonidos. El 7 de febrero, las autoridades soviéticas anunciaron la desintegración del Spunitk VII.


Así, sólo en el espacio de algunos meses, la Unión Soviética había procedido con el mayor secreto al lanzamiento de dos cápsulas tripuladas, sin que se hiciera mención de estos cosmonautas anónimos, las primeras víctimas de la carrera espacial absorbidas por lo desconocido.

Si los mensajes no hubieran sido captados por los radioescuchas italianos y los servicios oficiales norteamericanos que lo corroboraron, jamás se habría sabido nada.


En efecto, seis cosmonautas se perderían así en el espacio, entre ellos un hombre y una mujer lanzados desde la base de Baikonur, junto al mar de Aral, el 17 de febrero de 1961. La mujer había gritado con voz emocionada:

“¡Voy a cogerlo a apretarlo con la mano derecha. Mira por la ventanilla. Mira por la ventanilla. Ya lo tengo…!

La primera mujer del espacio debió de coger algo que flotaba en las cercanías de la cápsula. Pero las cosas se complicaron a causa de algo imprevisto. De repente el hombre exclamó:

“¡Mira, mira eso! ¡Allí hay algo. Si no volvemos, el mundo no lo sabrá nunca! Es difícil…

Algún suceso debió acontecer muy cerca de la cápsula que los había aterrado.

El 18 de mayo de 1961, es decir, unos meses más tarde, se captaron los mensajes de otros tres cosmonautas: dos hombres y una mujer. Los hombres se llamaban Chibotin y Dolgov.

“Todo se desarrolla de acuerdo con nuestros planes según las instrucciones ¿porqué hemos de continuar aquí?” – preguntó uno de ellos.

“Por favor tened más cuidado! Todo ha sido comprobado… - comentó otro.

Todas las preguntas y respuestas eran de tipo técnico y parecían “febriles”.

Después, el 14 de octubre, se captaron otros mensajes, que quedaron interrumpidos bruscamente.

El 20 del mismo mes, los dos radioescuchas italianos oyeron una voz débil que desgranaba palabras incomprensibles.


“Camaradas, no os lo podéis imaginar, esto es horrible…”

Este fue el último mensaje enviado a la Tierra por un cosmonauta soviético, que dos radioescuchas aficionados italianos lograron captar entre el 8 y el 12 de noviembre de 1961. El cosmonauta se llamaba Belokonev, y su cadáver debe reposar en una cápsula espacial, navegando en el silencio de los espacios interplanetarios.

“¡Atención, atención! No llevéis demasiado lejos los ensayos, porque podría ser peligroso…he tomado las fotografía… ¡qué maravilla!”

Belokonev volaba probablemente alrededor de la Tierra tomando fotografías. Pero el diálogo no había terminado aún.

“Todo está oscuro, muy oscuro. Sí, partículas pequeñas, minúsculas, de dos o tres milímetros.”

¿Había entrado Belokonev en un denso campo de partículas que se acumulaban en los alrededores del planeta? El cosmonauta debió de intentar coger unas muestras de aquellas partículas, pues se quejaba de que los mandos funcionaban mal.

“Lo he logrado. He tomado una muestra. Es una cosa extraña, rara, no tiene peso…”

Pero la tragedia se aproximaba…

“Las baterías están estropeadas. Los instrumentos ya no funcionan. ¡Oxígeno! Esto es horrible camaradas… ¡Cómo! ¿No puedo hacer nada? ¡Maldición, no lo consigo…! Es imposible… No puedo más, os lo aseguro, comprendedlo, comprendedlo…¡Soledad atroz, terrible…!

El hecho de que los instrumentos dejaran de funcionar después de haber entrado Belokonev en aquel campo de partículas prueba que existe una relación entre ambos henos y que hipotéticamente las partículas actuarían sobre la cápsula espacial como un magma de gelatina, bloqueándolo todo.

Base Espacial Baikonur


Catorce cosmonautas desaparecieron así, unos tras otros. ¿Fallos técnicos? Posiblemente sí, pero más tarde, como en el caso de Belokonev, debieron presentarse fenómenos desconocidos que provocaron la catástrofe.


Indudablemente el espacio no está tan realmente vacío como creemos.


Documentación: Desapariciones Misteriosas (Patrice Gaston – Investigador francés) Editorial Plaza y Janes.

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