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A La Hora De Expirar

Son muchos los moribundos que afirman en sus últimos momentos de vida estar viendo a personas que vienen, desde el otro "lado", a recibirles y a ayudarles al tránsito.

Familiares fallecidos antaño, personajes bíblicos, santos y ángeles, niños de luz, seres luminosos de límites indefinibles y rasgos desdibujados, dependiendo de la experiencia individual de cada persona agonizante. Suelen verlos sobre todo aquellas personas que sufren una agonía bien por enfermedad o trauma mortal, independientemente de su estado psíquico. No jugando un factor decisivo en este caso la memoria, senilidad o cualquier tipo de deficiencia física y mental.
La experiencia, que podría ser fruto de su propia necesidad de tener esperanza en continuar su vida "al otro lado", es muy generalizada socialmente, sin importar la edad del próximo al óbito o la raza e incluso al margen de sus creencias. Según la opinión de gran parte de los componentes de la actual psiquiatría podrían ser alucinaciones provocadas por endorfinas o drogas hormonales naturales que ante la circunstancia segrega el individuo que vive el trauma mortal (igual que se segregan ante momentos de terror agudo), o bien irrealidades o espejismos provocados por la carencia de oxígeno en esos momentos.
Aunque no negamos está posibilidad del todo por factible en la mayoría de los casos, y por analíticamente fácil de detectar (aunque no ha llegado a demostrarse estos índices de hormonas por encima de la normalidad), lo cierto es que nos mostramos sorprendidos por esos pequeños detalles que genera la extrapolación y la comparación de todos los testimonios No es comprensible una explicación tan prosaica por el hecho de que estos momentos alucinatorios pueden llegar a ser compartidos por los acompañantes del moribundo, por ejemplo.
Tampoco es tan fácil explicar por qué es tan detallada la descripción de esas entidades, en las que a veces se describen personas que no se conocen y los familiares con el tiempo llegarán a encontrar datos, en los que en ningún modo pudo haber cometido fraude el moribundo ni con la ayuda de fantasía.
Pero los detalles más significativos los dan los vivos que están cerca en el momento de los hechos. Todos hablan de que anecdóticamente existe una posición visual del enfermo terminal respecto a las entidades, a las que observa con detenimiento como a los presentes, usando sus pupilas como con el resto. Es decir que existe un abrir y cerrar del diafragma lo que indica que se esta mirando un objetivo concreto y real... a esto se aúna que muchos enfermos que han mantenido temporalmente una perdida de conciencia, recuperan la razón justo para vivir con cordura esta experiencia .
El hecho de que observen puntos concretos de las estancias introducen la lógica de que lo que están mirando efectivamente esté fuera de ellos. Cuando una persona hace uso de la memoria durante un proceso intelectual o de comunicación las pupilas tienden a movilizarse hacia el lado inferior izquierdo o derecho dependiendo la capacidad emocional o lógica del recuerdo que se esfuerzan en reconstruir...y esto no sucede. También ocurre que si fuera invención, la mirada tiende mientras usa el proceso de ficción o ensoñación a mirar hacia arriba izquierda o derecha respectivamente dependiendo de un recuerdo lógico o emocional. Ellos miran un punto concreto y fijan sus miradas en apenas unos metros de distancia de donde estén. Casi siempre se sitúan en horizontal a la medida del próximo difunto, muy cerca de las puertas o ventanas de la estancia. En la mayoría de casos se ubican en la altura de sus pies, nunca por encima de su cabeza...justo en el lugar donde la mayoría de personas que practican viaje astral suelen empezar a notar el desdoblamiento.
Es curioso también en estos momentos las necesidades de los moribundos, los hay, por ejemplo, que necesitan tocar con sus pies un trozo de mármol o tochana. Antiguamente se les llamaba los hijos/as del Carmen. Eran personas cuya agonía se prolongaba dolorosamente y que no sabemos si por fe o superstición dejaban de tener miedo o de luchar en el momento en que tocaban piedra, cambiando la expresión de su cara. En esos momentos decían las ancianas (hoy en nuestros fríos hospitales es más difícil observar estos detalles) que empezaban a hablar de gente que venía a por ellos e iniciaban el tránsito "al más allá" acompañados por los "recibidores" (sean endorfinas o ángeles).






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