Corría el año 1620 cuando se fundó un monasterio de monjes franciscanos dominicos en la localidad sevillana de Carmona, distante unos cuarenta kilómetros de Sevilla.
El monasterio fue construido como un gran convento sobre un extenso páramo dándosele el nombre de “Huerta de San José” y siempre ha estado rodeado de un aura siniestra y misteriosa.
Sin embargo pocos o casi ningún documento existen en el Archivo Histórico del Ayuntamiento sobre la historia y existencia de este monasterio. Unicamente dos son los manuscrito que lo acreditan, y que han sido recientemente descubiertos.
Hoy en día el monasterio está casi completamente derruido. A duras penas sus paredes logran mantenerse en pie, pero conservan aún parte de la simetría y la altivez que lució antaño.
El entorno parece querer ampararlo y lo cobija sobre un montículo, rodeado de pinares y flores silvestres y una mullida alfombra verde.
En su interior y bajo las bóvedas, las paredes se encuentran profanadas con pintadas satanistas, especialmente en la alacena, donde aún se conservan los anclajes de los ganchos que marcaron al monasterio desde el principio de los tiempos. Casi es imposible andar por su interior sobre un suelo lleno de cascotes, huesos de animales sacrificados y restos de cristales.
Su tétrico aspecto se recorta en la distancia bajo un cielo vespertino, y nos habla de una historia estremecedora que se produce en la década de 1940. Se cuenta la historia de que en aquellos años, los monjes que habitaban el monasterio vivían inmersos en sus actividades de carácter espiritual a la vez que tenían que conseguirse el sustento cultivando un huerto, criando animales y mendigando limosna y comida por las calles de la localidad y por las fincas y huertas privadas que se encontraban en las cercanías. Pero la tierra se negaba a dar el fruto necesario y la situación de posguerra que vivía el país no era la más adecuada para dar caridades a los frailes, lo cual los llevó a una terrible situación de hambruna. Obnubilados por el hambre, atentaron contra el séptimo mandamiento saliendo durante las noches a robar en las huertas cercanas para sobrevivir.
Se cuenta que al alba regresaban al convento con los harapientos hábitos desgarrados por las dentelladas de los perros de las huertas colindantes, y la carne llena de mordeduras.
Estos hechos fueron reiteradamente denunciados por los hortelanos ante el tribunal eclesiástico, y se ignora si éste ordenó el cierre del mismo, pero lo cierto es que sobre los años 50 el convento fue abandonado sin previo aviso y vendido en 1957 a gente con posibles de Madrid. Los traspasos que se hicieron con carácter privado del mismo a distintos compradores fueron sucesivos, siempre con objeto de no dejar constancia de la titularidad de la edificación o de sus terrenos en ningún registro público.
Se cuenta que dicha venta fue el resultado vengativo de un prior que había sido trasladado al noviciado en contra de su voluntad, y en venganza juró que si algún día ascendía y llegaba a ocupar un alto cargo en la capital de España, vendería el monasterio. Parece ser que llegó a cumplir su amenaza vendiéndolo todo salvo la edificación, que quedó en propiedad de tres monjes, fray Rafael, fray Luis y fray Manuel, quienes con gran esfuerzo lograron recomponer la edificación pero se negaron a su venta.
Sin embargo existe otra leyenda que da otra explicación al abandono del mismo, contada por un mando policial e hijo de alguien que trabajaba en el monasterio en dicha época.
Según esta declaración una mañana aparecieron los cuerpos de varios frailes degollados y colgados en los ganchos existentes en el techo del sótano.
Cuando se conocieron los hechos, la policía se personó en el lugar encontrando a un fraile asustado y escondido en un rincón, declarando que él había sido el causante de la matanza la cual le había sido ordenada por el diablo. Por supuesto a esta declaración no se dio ninguna credibilidad, pues el citado fraile carecía de la constitución física suficiente para llevar a cabo tan macabra acción, por lo que se barajó la posibilidad de que se tratara de asesinatos motivados por las rencillas entre ellos mismos debidas a prácticas homosexuales, una comidilla extendida entre los habitantes de Carmona.
Pocos en aquellas fechas hablaban que en la Huerta de San José habitasen fantasmas o que se produjesen fenómenos extraños, aunque se hacía incapié en lo espeluznante que resultaban los ganchos para colgar comida que existían en la despensa subterránea del convento.
(Restos de los Ganchos)
La existencia de aquellos tétricos ganchos en el sótano del monasterio corrió por todo el pueblo, siempre con la incertidumbre de la veracidad, hasta que salieron a la luz unos documentos que se encontraban en uno de los archivos históricos. Se trataba de dos manuscritos escritos en castellano antiguo y que fueron traducidos por un investigador.
El contenido de los mismos se detalla en el informe que sobre dicho convento hicieron los investigadores Luis Mariano Fernández, José Manuel García Bautista y Jordi Fernández para su reportaje “El Monasterio del Diablo”.
En uno de ellos se habla de una donación de alimentos, por parte del ayuntamiento, para que los monjes no murieran de hambre. En el otro se narran unos hechos escritos por el Escribano José Díaz Alarcón y contados por el fraile dominico Juan Rodrigo Perea, que en presencia de aguaciles y fuerzas públicas y religiosas, contaba lo que le había ocurrido el día 25 de noviembre de 1680.
("Monje Franciscano"-Realizado en cobre por Octavio Cuellar)
Juan Rodrigo Perea narró que se hizo fraile dominico del convento de San José en el año 1677, y que el 20 de Noviembre de ese mismo año de 1680, entró al convento un aspirante al noviciado llamado Jaime Malvidas, siendo aceptado por la orden con agrado y satisfacción.
Era este aspirante a novicio un hombre alto, de nariz aguileña y cejas muy pobladas, de cara fina que gustaba de la soledad, pues nunca fue visto en compañía de otros novicios ni siquiera en la capilla.
El día 25 de Noviembre de 1680, cuando el dominico que narraba los hecho despertó, no encontró abierta la puerta de su celda como era habitual, pues era la costumbre cerrarla con cerrojo desde fuera después de las vísperas, cuando los dominicos se retiraban al descanso, para ser abiertas desde fuera al día siguiente a la hora del alba.
Pensando que tal vez era más temprano de lo que había creído, nuestro hermano se dedicó a sus oraciones y meditaciones hasta que unos pasos lo sacaron de su misticismo. Era unos pasos débiles que provenían del pasillo y que se detuvieron justo en la puerta de su celda, abriendola de un golpe…pero misteriosamente allí no había nadie. Pensando el hermano que realmente fuera tarde y que la misa ya hubiera empezado, (tal vez se hubiese quedado dormido), salió corriendo hacia la capilla, no sin comprobar antes con sorpresa que todas las puertas de las celdas de sus compañeros, estaban abiertas de par en par.
Cuando llegó a la capilla no encontró a nadie, pero si escuchó unos lamentos que parecían provenir de la cocina. Tal era la intensidad de estos lamentos, que el franciscano llegó a pensar que provenían de su propio interior. Atento quedó unos instantes escuchando para orientarse mejor sobre la procedencia de los mismos y la situó en el sótano, hacia donde se dirigió precipitadamente. Una vez penetró en él la visión que se expuso ante sus ojos fue horripilante. Allí se encontraban, además del Padre Prior, todos los demás frailes colgados de los ganchos donde se solían colgar los jamones y chorizos que los mismos hermanos franciscanos curaban. Había sangre por doquier y nuestro espectador llegó a jurar la presencia de unos seres pequeños, que apiñados alrededor de los cuerpos ya muertos se alimentaban de sus carnes.
De repente todos eso horripilantes seres se reunieron en uno solo y dirigiéndose al fraile le dijo: “te dejo vivir para que proclames mi venida al mundo”. Inmediatamente un fuego se propagó por todo el sótano y en el momento en el que el aterrado fraile salió corriendo la voz le espetó de nuevo: “ve y di que Satán está aquí”.
Nadie creyó al monje, que fue arrestado, después de dar parte a las autoridades y relatar todo lo sucedido. Se procedió entonces al enterramiento de los monjes asesinados en el sótano, hecho que relata el entonces alguacil Alonso Sans de Heredia, y que se vio inmerso en una serie de sucesos inexplicables delante de muchos paisanos de Carmona que acudieron para acompañar a los monjes a su última morada.
Parece ser, y siempre bajo el relato del alguacil, que durante el enterramiento se produjeron fenómenos sobrenaturales: el cielo se oscureció y aparecieron en lo alto dos columnas de fuego, entre medio de las cuales apareció la visión de un rostro horripilante en forma de alimaña. Poco después una luz blanca descendió en un fulminante rayo y de la luz salió otra figura, en esta ocasión más humana, que los hizo salir a todos despavoridos del lugar.
Muchos hombres, armados con cruces y biblias se acercaron al día siguiente al convento derribando las puertas y entraron en la edificación. El diablo estaba sobre la torre observando y hacía allí se dirigió la multitud. Muchos desaparecieron pero la mayoría eran arrojados desde lo alto como si fueran muñecos por un viento y un temblor de tierra que destruyó el convento y a la gran mayoría de los que allí estaban. Una voz tronó aterradora: “perezca todo y todos”.
También se cuenta que posteriormente en el mismo pueblo de Carmona se produjeron más víctimas a manos del diablo, por lo que se decidió a practicar un exorcismo en el lugar, y sembrarlo con sal para alejar al demonio y limpiar de todo mal el lugar sagrado.
Igualmente se ordenaron, mediante una Bula Papal, que durante dos años fueran dadas misas y procesiones por toda la ciudad de Carmona para purgar por sus pecados.
Todo esto se recoge en un documento firmado por el Arzobispo de Jerez de aquel tiempo, lo cual da cierta credibilidad a los sucesos.
La aparición de este manuscrito abre una nueva línea de interrogantes, que seguramente nunca podrán ser aclaradas, pues queda en duda si realmente el convento contaba con un campanario que no volvió a levantarse en la nueva construcción, ni tampoco llegará a saberse nunca si la mala producción de la tierra era debido a que el suelo fue sembrado con sal.
A partir de entonces comenzó a correr el rumor de que tanto en el interior de monasterio derruido, como en los alrededores se escuchaban voces y cantos gregorianos, se visualizaban extrañas luces y algunos que se habían acercado allí durante la noche decían haber observado siluetas fantasmales y siniestras.
El lugar también es usado desde hace tiempo por grupos que bien a través de la ouija o de de ciertos ritos invocan durante las noches a las fuerzas del mal, tomando aún más si cabe el ruinoso convento reputación de maldito.
Muchos son los investigadores, equipados con el instrumental necesario, que se han acercado al lugar para realizar sus investigaciones sobre el terreno, y la mayoría de ellos se han encontrado con resultados sorprendentes y situaciones atípicas e incluso peligrosas, a las que no les han encontrado explicación.
Así por ejemplo, sus grabadoras registran extraños sonidos, y las cámara recogen luces inexplicables.
En una ocasión, encontrándose varios investigadores comprobando todas las estancias del lugar, contaban como al entrar en la habitación del último ala del edificio sintieron al unísono una desagradable sensación, como si se sintiesen vigilados. En determinado momento bajan a la cripta, y cuando deciden salir de ella comienzan a suceder una serie de hechos inquietantes. Observan un resplandor en la habitación del final de ala y se dirigen hacia allí, pero cuando llegan el resplandor ha desaparecido. Se comenzaron a escuchar sonidos extraños, como un arrastrar de pies que se movían lentamente de un lado a otro insistentemente. La temperatura que recogen los aparatos de medición es, en el altar es de -15ºC y observan una silueta luminosa que deambula entre las galerías.
Uno de los investigadores, corre rápido tras la silueta pero antes de llegar a ella sale despedido hacia detrás por una fuerza invisible que lo deja arrodillado en el suelo.
El equipo, aún a pesar de que estaba grabando la experiencia para el programa dirigido en Málaga por Luis Mariano Fernández “Mis Enigmas Favoritos”, decidió abandonar el lugar intuyendo que algo malo podría suceder.
Otros investigadores o aficionados que se han acercado al lugar ha sufrido similares experiencias, como el testimonio que nos hace José Félix Durán, de lo que ocurrió cuando acudió al monasterio a realizar sus investigaciones: “A mí me retiró del mundo de la investigación aquel suceso. Acudimos a investigar llamados por la curiosidad y alentados por la fama del sitio y los programas de misterios. Estando allí comenzamos a sentir ruidos extraños, como golpes, los detectores comenzaron a sonar, no estábamos solos, y de repente comenzamos a sentir pasos que se nos acercaban, así como un lejano murmullo que se fue convirtiendo en una especie de salmo cantado poco a poco… Cuando aquello nos tenía casi cercados salimos como pudimos por uno de los huecos de las ventanas…dejamos allí todo el equipo y nuestras ganas de seguir investigando. Fue algo terrorífico. A Justo, mi compañero, y pese a que han pasado ya cuatro años de aquello, no se le puede mencionar siquiera la experiencia… Fue un shock para todos”.
Al día de hoy las ruinas del Monasterio del Diablo siguen coronando el páramo, recortando su tétrica silueta sobre un cielo del atardecer, tal vez esperando que todo se suma en las penumbras de la noche para comenzar su demoníaca actividad.
1 comentario:
Un blog muy interesante.
Gracias por estas publicaciones seguramente muy desconocidas por mucha gente.
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