La Batalla de los Dardanelos, tuvo lugar en la península turca de Gallípoli (también es conocida como la batalla de Gallípoli) y comenzó el día
Es difícil defender una cota bien defendida por el enemigo, sobre todo con una gran dificultad para operación anfibia, es decir, el apoyo logístico a las tropas desembarcadas.
Sin embargo, en la historia de esta batalla existen otros hechos que nada tienen que ver con las actuaciones bélicas, y que representan uno de los episodios más oscuros e inexplicables.
El 21 de agosto de ese año 1915, cuando las tropas aliadas combatían contra los turcos en la península de Gallípoli ocurrió un acontecimiento tan extraordinario que todavía se sigue desconociendo lo que exactamente lo produjo.
Mientras los obuses llovían por todas partes y las explosiones desgarraban el aire y destrozaban a los hombres, una columna de soldados se puso en movimiento hacia la cota 60, posición estratégica constituida por una pequeña elevación de terreno al sur de la bahía de Suvla, uno de los puntos más importantes de la península. El 5º Regimiento de Norfolk, enviado como refuerzo, estaba destinado a apoyar a las tropas Ansac, el cuerpo australiano y neozelandés, en su asalto contra la famosa cota 60.
Del total del regimiento, compuesto por unos mil soldados, solamente doscientos cincuenta hombres lograron aproximarse hasta la cota. Insensibles al estallido de los obuses que destrozaban a sus camaradas, “fueron rodeados por una especie de niebla, la cual reflejaba de tal modo los rayos del sol que los observadores de la artillería quedaron deslumbrados por su resplandor y no fueron capaces de proseguir su bombardeo artillero de apoyo”. Nunca volvió a vérseles ni nunca se volvió a oír hablar de aquellos doscientas cincuenta hombres y así lo precisaron los libros sobre la campaña.
El zapador Reichart, de la 3º sección de la primera Compañía del Cuerpo de Ingenieros Neozelandés, nacido en Matada, hizo un relato, firmado por otros dos testigos, a fin de buscar personas que también hubieran asistido al desarrollo del fenómeno.
Esta es su declaración:
“El día amaneció claro, sin nubes, a excepción de unas seis u ocho en forma de pan, todas exactamente iguales, que permanecían sobre la cota 60. Se observó que un viento del sur que corría a una velocidad de entre seis y siete kilómetros por horas, aquellas nubes no cambiaban de lugar ni de forma. Permanecían inmóviles, a una altura de unos sesenta grados vistas desde nuestro puesto de observación, situado a una altura de unos dieciséis metros, Otra nube, parecida a las anteriores y que mediría unos doscientos cincuenta metros de longitud, sesenta de altura y otros tantos de anchura, se encontraba también inmóvil, cerca del suelo y justamente debajo del otro gajo de nubes.
Esta última nube era extraordinariamente densa y parecía casi sólida. Todo esto fue observado por veintidós hombres del Cuerpo de Ingenieros neozelandés, entre los cuales me encuentro yo, desde nuestras trincheras, en una posición elevada sobre unos cien metros sobre la cota 60 y alrededor de dos mil quinientos metros al sudoeste de la nube que se hallaba cerca de la tierra.
Después de haber cambiado de lugar, esta extraña nube cubrió del todo el lecho de un torrente seco, entonces pudimos distinguir perfectamente sus lados y extremidades. Su color era gris claro, como el de las otras nubes.
Observamos como un regimiento inglés, compuesto por muchos centenares hombres, subía por este camino lleno de baches hacia la mencionada cota 60. Parecían ir a reforzar las tropas que en ella había. Cuando llegaron a la nube penetraron en ella sin dudar. Pero ninguno salió de allí jamás. Alrededor de una hora más tarde, después de que el último de la fila hubiese desaparecido en la nube, ésta, muy discretamente, se elevó del suelo y, como cualquier ora niebla o nube subió lentamente hasta unirse con las otras. Al mirarlas de nuevo, parecían “guisantes en sus vainas”. Durante todo este tiempo, el grupo de nubes había permanecido inmóvil, pero tan pronto llegó a su altura la que subía, todas juntas partieron en dirección norte hacia Bulgaria, En unos tres cuartos de hora todas habían desaparecido.”
El regimiento fue dado por “desaparecido”, es decir, por aniquilado, y a pesar de los esfuerzos de Inglaterra, que exigió su retorno a la patria al final de la guerra, tras la capitulación de 1918, Turquía respondió que no sabía nada de su existencia.
Cincuenta años después, durante una reunión conmemorativa de la Cuanz, (Comando Unido de Australia y Nueva Zelanda) tres de los soldados neocelandeses que vivieron el fenómeno relataron de nuevo este incidente, respaldados por documentos de la época que corroboraban que un batallón del regimiento Norfolk, el quinto, desapareció en Gallípoli durante un ataque. Sin embargo se quiso echar tierra sobre el asunto, alegándose por parte de las autoridades pertinentes, que los tres testigos, tal vez por el tiempo transcurrido desde entonces, cometieron bastantes imprecisiones en su narración., tales como que el hecho tuvo lugar el 12 de agosto, no el 21, y sucedió a
Al día de hoy, más de noventa años después, la desaparición del 5º Regimiento de Norfolk sigue siendo un misterio.
Documentación: Desapariciones Misteriosas (Patrice Gaston – Investigador francés) Editorial Plaza y Janes
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