Aparece de repente, entre la niebla de una madrugada de invierno, en el cementerio de Turín. No tiene nombre, no tiene recuerdos, no tiene pasado. Da comienzo así un caso desconcertante que durante mucho tiempo centrará el interés del público, levantando polémicas y discusiones sin fin.
En la mañana del 10 de marzo de
Cuando le solicitan que facilite sus datos, dice que no recuerda nada, ni siquiera su nombre. No lleva ningún documento, sólo un cartoncito con el dibujo de una flor y una dedicatoria «A mi querido papá, muchas felicidades. Giuseppino». Mientras lo trasladan al despacho de un alto funcionario, trata de matarse golpeándose la cabeza contra una columna.
El protagonista es un individuo que representa unos cuarenta y cinco y cincuenta años. Interrogado por la policía, responde con frases sin terminar, con palabras sueltas que no significan nada. Su angustia es evidente: la desesperación le impulsa a tratar de quitarse la vida golpeándose la cabeza contra una pared.
Manicomio donde fue internado
Desde la comisaría es trasladado al manicomio de Collegno, con la indicación siguiente: «Desconocido, con tendencias suicidas». En Collegno, el misterioso individuo manifiesta una mejoría continua, en sus condiciones generales, muestra, poco a poco, síntomas de recuperación: se tranquiliza, lee mucho, escribe un diario .Pero en cuanto a su pasado no hay nada que hacer: la amnesia sigue siendo total. Los médicos deciden publicar su fotografía en una revista semanal. Es el 6 de febrero de 1927. Su publicación da lugar a dos reconocimientos: la señora Canella y la señora Bruneri lo reclaman como marido, mientras el misterio de su identidad real apasiona tanto a toda Italia, que se divide en dos bandos opuestos: canelistas y brunerianos.
Un profesor universitario de Padua, Renzo Canella, cree reconocer en la foto a su hermano Giulio, dado por perdido en Macedonia durante la guerra. Posteriormente el amnésico es reconocido también por su mujer, Giulia. El caso parece resuelto, pero el 12de marzo, un golpe de escena vuelve a poner todo en tela de juicio: una carta anónima informa a la comisaría de Turín que el desconocido no es Giulio Canella, sino Mario Bruneri, extipógrafo, buscado por la policía por toda una serie de estafas.
Se convoca a la mujer de Bruneri. Tampoco ella tiene dudas: «Es mi marido», afirma.
Mientras, en el manicomio de Colegno, el amnésico es sometido a una nueva serie de reconocimientos e interrogatorios, mientras el número de testigos que aseguran saber toda la verdad crece día a día. Por una ironía del destino, todos los indicios obtenidos parecen tener dos caras y se adaptan tanto a Canella como a Bruneri.
Aquél era profesor de Letras, mientras que la cultura de Bruñen dejaba bastante que desear: un detalle importante, porque el amnésico durante su permanencia en Collegno, había escrito mucho citando numerosas frases en latín. Otros puntos oscuros se refieren a la estatura (Bruneri medía 1,72metros; Canella, 1,77; el desconocido, 1,73), las marcas, la caligrafía, las costumbres y el dialecto: Bruneri era turinés; Canella, véneto, y algunos testigos afirman haber oído hablar al desconocido en piamontés, otros en véneto.
En medio de todo este jaleo, el amnésico afirma a veces ser Brunelli y o tras veces dice que es Canella. El asunto acaba ante los tribunales y dura cuatro años: el 23 de diciembre de 1927, el tribunal penal de Turín declara no comprobada la identidad entre el desconocido y Mario Bruneri (sobre el que pesan tres órdenes de captura por estafa); pero el 22 de octubre de 1928, un tribunal civil le atribuye al desconocido esta identidad, siendo después confirmada la sentencia en apelación al año siguiente. Pero el Tribunal de Casación envía las actas al Tribunal de Apelación de Florencia: un nuevo juicio, el 7 de abril de1931, confirma que el desconocido era efectivamente Mario Bruneri.
Llegados a este punto, la historia parece haber quedado clara, pero gran parte de la opinión pública sigue teniendo dudas en parte porque los representantes legales de la familia Canella lucharon hasta el fin manteniendo la tesis de un intercambio de persona: éste habría tenido lugar en la comisaría de Turín, donde el perseguido Bruneri habría tomado el lugar del pobre Canella, en estado de semi enfermedad mental, desapareciendo tras cambiar sus ropas. El último acto se produce en 1941, tras la muerte del pobre desventurado, cuando los periódicos publican una carta en la que un alto prelado declara que según
Mario Bruneri era jefe de máquinas en una tipografía de Turín y estaba casado con Rosa Negro, hija de un profesor de educación básica. Fruto del matrimonio nació, en 1914, un hijo llamado Giuseppino. Autodidacta, culturalmente se encontraba por encima de su condición social y del grado de instrucción recibido (había sólo realizado estudios elementales). Leía mucho y realizaba —con resultados muy discutibles— algunos trabajos literarios. Al estallar la primera guerra mundial, el extipógrafo se libra de combatir gracias a la leve sordera que padecía y regresa a Turín, donde trabaja como obrero militarizado: mientras tanto, su esposa había regresado a casa de sus padres, mientras el hijo ingresaba en un instituto salesiano. En 1918, en una epidemia, contrajo la terrible gripe española y, durante algún tiempo, estuvo entre la vida y la muerte. Luego sanó tras una operación en el pulmón izquierdo. La adaptación al mundo de la posguerra fue, para Bruneri, como para muchos otros, muy difícil. Se convirtió en un vagabundo y ladronzuelo, acompañado siempre por prostitutas, hasta que una de ellas, Canilla Ghidini, conocida como Milly, se convirtió en su amante fija y su compañera de aventuras y privaciones. Para salir adelante, el tipógrafo organizó una serie de estafas pasando algunas temporadas en la cárcel.
¿Quien era Giulio Canella?
El profesor Giulio Canella, doctorado en Filosofía y Letras, fue designado, en 1911, como director de las escuelas normales de Verona. Dos años más tarde contrajo matrimonio con su prima Giulia. Canella dedicó casi la totalidad de su vida al estudio: de formación católica, fundó una revista de filosofía neoescolástica y escribió numerosos ensayos filosóficos y literarios.
Canella
En 1915, la felicidad de la familia Canella, que mientras tanto había aumentado con dos hijos, se vio turbada con la llamada a filas, totalmente imprevista, del profesor. En 1916 el capitán Canella embarcó en Taranto con destino a Macedonia.
El 15 de noviembre de 1916, tras partir de Nitzopole con sus soldados para ocupar posición en el monte Peristeri, sufrió una emboscada de los búlgaros. El resultado fue dramático: solo unos sesenta hombres de la compañía resultaron ilesos, veintidós heridos y unos cien prisioneros, entre los que se encontraba el capitán Canella. Desde entonces nada más se supo de él.
EPILOGO
El hombre protagonista de este clamoroso caso murió en Brasil, en diciembre de 1941. En aquél país desarrolló una intensa actividad literaria.
Pero aún hoy la duda sigue viva:
¿Quién fue en realidad el desconocido de Collegno?
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